viernes, 22 de abril de 2016

El Regreso 37

Hoy viernes, 22 de abril, para seguir la costumbre y necesidad, voy a la montaña, de noche, cuando las estrellas son visibles y donde el silencio hace que te permita oír  los latidos de tu propio corazón.
Un bocata y un vaso de cacao caliente son el preámbulo de unas buenas fotos de naves y otras de energías desconocidas. 
Aunque el tiempo está amenazador, no importa, en el peor de los casos quedaría en un paseo nocturno impregnado de soledad, y silencio roto por el cascabel o cencerro de algún borrego.
Tantas veces he estado en la montaña de noche que no sería capaz de saber cuantas. 
Suelen ser unas horas de comunión con la naturaleza, como un chispazo interno que te provoca sensibilidad con todo lo que te rodea, casi se llega a sentir uno un tanto culpable del deterioro planetario, de desapego del suelo que pisamos y que sustenta nuestra vida suspendidos en un espacio de dimensiones interminables, del que tenemos escasa conciencia.
Nuestros amigos, y porqué no decirlo, hermanos mayores, esperan que demos el paso adecuado para de alguna manera salirnos al encuentro en la forma adecuada al nivel evolutivo de cada uno de nosotros.
He dicho hermanos mayores, porque los que yo conozco son seres humanos como nosotros, solo nos separan unos miles de años de evolución. Y ahora surge una pregunta curiosa, De quienes podríamos ser nosotros hermanos mayores ?.
De cualquier manera, debemos ser precavidos y analistas, ya que no todos los que visitan nuestro planeta nos resultan positivos.
Cada organismo en el cosmos tiene su oponente, No existen dos cosas iguales, pero si cada cosa tiene su lado opuesto.

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