Hoy pensaba en familiares, amigos y conocidos que ya dejaron éste mundo de lo material, de lo ilusorio, de lo aparente y del recordar.
Del intento de recordar quienes somos y que estamos haciendo aquí. Venimos y nos vamos sin pararnos un instante a meditar sobre qué nos vamos a llevar, porque el momento llegará, en la forma en que hayamos previsto hacerlo antes de venir al mundo de la materia densa, al plano de la tercera dimensión donde hacemos uso de la concesión del libre albedrio.
La muerte no es un final, es un principio de un nuevo estar, de una recuperación de la autentica conciencia de uno mismo, es volver a saber quienes somos en realidad y cual es nuestro objetivo en la existencia del ser.
Durante ése periodo de reflexión a que nos sometemos voluntariamente todos, somos conscientes de nuestra ubicación en el universo, de nuestra conexión nunca interrumpida con el Creador y de que nuestra labor es llevar a la practica mediante la experimentación todo aquello que sabemos pero que no conocemos por no haberlo vivido.
Nadie está muerto, porque la muerte no existe. Existe la transformación de un estado a otro. Somos inmortales como el Ser Divino que nos creó.
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